martes, 27 de mayo de 2008

NOTAS SOBRE "VIDA LUMPEN" DE ESTEBAN RODRIGUEZ



Bocetos, caminos,

experiencias de escritura

Por Mariano Pacheco para el boletín Nº88

(http://www.prensadefrente.org/, mayo 2008)


Hay un provervio chino que dice: “conocer y no actuar es como no conocer”. La frase se completa y complica con las palabras que morfeo dedica a Neo, en Matrix: “Tarde o temprano te darás cuenta que una cosa es conocer el camino y otra recorrerlo”. Con estas líneas, Rodriguez comienza su último libro, editado por la UNLP. Este ensayo de 343 páginas se mete con el concepto de lumpemproletariado, ya no como cafilicativo despectivo, sino como “herramienta teórica que contribuye con más preguntas que las que puede aportar el propio proletariado”.

El libro. Si en “Las formas del lumpenaje”, el primer capítulo, se mete con las distintas caracterizaciones que se han hecho sobre el concepto y las experiencias de lucha desarrolladas por el lumpenproletariado, será para llegar a la conclusión de que allí anida el punto de partida para la acción colectiva del proletariado. En el segundo capítulo, “El hecho maldito y lumpen de la Argentina”, la propuesta es recorrer el andamiaje teórico que ha polemizado sobre “los descamisados”: desde la animalización del sujeto en cuestión, por Ezequiel Martinez Estrada, hasta la posición de A.Ghioldi y Jorge Abelardo Ramos, quienes, desde la izquierda, caracterizaron al peronismo como “Bonapartismo” (o Milcíades Peña, para quien el peronismo reactualizaba los temas planteados por K.Marx en el 18 Brumario).“La lumpenproletarización de la sociedad”, el tercer capítulo, arroja la hipótesis de que el lumpemproletariado no es un estado de cosas, sino un fenómeno complejo. Concentrándose en los procesos de recomposición de los sectores populares.El cuarto capítulo, “Fragmentación e identificación en la Argentina neoliberal”, se mete de lleno en los procesos de serialización y ruptura de los lazos sociales operados en nuestro país en los últimos años.“La lumpenproletarización de la izquierda”, el quinto capítulo –tal vez el más polémico- plantea que la lumpleproletarización no está afuera sino adentro de las experiencias. Caracteriza como “fragmatismo” a la forma de identificación de la izquierda vernácula, tanto la “tradicional” como la “nueva”. Dice que si la vieja izquierda, “sectaria”, promueve el socialismo en un solo partido, la “autonomista”, en muchos casos, no difiere demasiado de aquella: se propone el socialismo en un solo barrio, facultad, colectivo cultural o publicación de contrainformación.En el sexto y último capítulo, “Más allá y más acá de la clase”, el autor se para desde la polémica categoría de multitud y propone la siguiente hipótesis: cuando la sociedad en general (proletariado incluido) se han lumproletarizado, la multitud es la forma de estar, por parte de los sectores subalternos, en una sociedad cada vez más polarizada y fragmentada. “La multitud es la categoría que mejor nos permite dar cuenta de los procesos de lumpemproletarización”.

El autor. Abogado y magíster en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de La Plata; docente en la UNLP, la UNQUI y en la Unidad Penintenciaria n°9 de la Pcía. de Bs. As. (donde se negó a tomarle exámen al ex comisario Alfredo Fanchioti, condenado por los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán). Es también editor de la Revista La Grieta e integrante del Galpón de Encomiendas y Equipajes, un centro cultural ubicado en la ciudad de La Plata. Rodríguez, que leyó a Fiedrich Nietzsche y Michel Foucault (y es más, sospecho, que leyó al primero desde el segundo), se empeña en una labor ardua, como es la del genealogista: “la genealogía”, escribió Foulcault, “exige el saber minusioso, gran cantidades de papeles apilados, paciencia…”. Tres características que están claramente presentes en este trabajo.Alguna vez el autor planteó, en un libro anterior, Estética Cruda, que “lo crudo es lo que no está cocido, pero que no necesita esperar a su versión definitiva para constituirse en una obra acabada”. Insistía en que lo crudo es un boceto inacabable. Para decirlo con sus propias palabras: “un ensayo interminable que no puede parar de escribirse”. Vida lumpen tiene un poco de eso. De hecho, cuando el “Estetica” se publico -a principios de 2003- ya anunciaba que el Bestiario de la multitud se estaba amasando, gestando. Bastante cerca de Derridá (y también de Alan Badiou), manifestó entonces que “la crudeza no es el arte de lo posible, sino justamente lo contrario: una experiencia que se abre desde lo imposible”. Esto parece quedar claro desde el título, pasando por la primera frase, hasta llegar al final de este libro que se construyó sobre un concepto dificil de digerir para la cultura de izquierda. Escritura de boceto, entonces, y escritura de la mezcla. Una experiencia que trabaja con lo que tiene; en los tiempos que (no) tiene. Concepción bien presente en la escritura de este libro, construido sobre incontables lecturas y extensas conversas sobre las experiencias sociales de la última década. Tal vez por eso, si miramos la bibliografía, podemos toparnos con citas que van desde la antropología de Lévi Strauss a la literatura de Roberto Arlt; de clásicos como Marx y Lenin a “gente amiga” como Miguel Mazzeo, María Pía López, Guillermo Cieza y Horacio Gonzáles; de periodistas argentinos como Cristian Alarcón a pensadores europeos como Althusser, Foucault, Arendt y Negri. La lista es larga. De Cortázar a Hobbes; Del Gordo Cooke a Gramsci; De Cortázar a Fanon; De Scalabrini Ortiz a Trotsky; De Guevara a Holloway; De Borges a Deleuze. Si me paseo por todos estos nombres no es para fastidiar a nadie, sino porque creo que en este mosaico de autores, de disciplinas que van desde la filosofía la cine, desde la sociología a la historia, podemos encontrar una interesante fotografía de quien vuelca en un ensayo gran parte de su biblioteca, parte fundamental de su experiencia. Que no empieza ni termina ahí, eso está claro.

El camino. Hay una idea que está flotando en el primer capítulo y que quería resaltar. La idea de que no es el dolor, la situación de explotación/dominación/alienación la que nos junta. O no solamente. Que en su momento fue la fábrica la que modeló y juntó al proletariado en gestación (así como en los últimos años fue el barrio el que aglutinó a los desocupados, y muchas veces, a los que, aun conservando un trabajo, ya no se sintieron convocados por sus gremios; o la facultad; o algún centro cultural, que han funcionado como lugares para reunirnos), es una parte de la historia. Rodríguez rescata otra instancia. “No solamente el dolor”, escribe, “también la pasión por juntarse nomás. La reunión como posibilidad de beber, comer, fumar, reír, jugar, cantar, bailar y conversar entre todos”. Lo dice en función de reivindicar a la taberna como lugar importante (tanto como la fábrica) para que los proletarios se constituyeran como un colectivo con confianza en sí mismo. Porque en la taberna, “la gastronomía y la danza se confunden con el juego y a veces con el sexo”. Porque allí, insiste, fue en donde cada uno descubrió que su problema era también el del otro. Allí descansan, leen (casi siempre en alguna pieza del fondo) los periódicos y folletos propagandísticos. “Y todo eso no sucedía de un modo conpungido y serio; sino en medio de carcajadas, gritos y jadeos”. Porque en la taberna, los proletarios, sienten “la alegría de saberse formando parte de algo más grande”.Otorgarle a los sitios lúdicos un papel tan destacado, sospecho, puede ser vital para una reactualización de las concepciones sobre la militancia, el compromiso, las apuestas de transformación. Destacar que lo que nos junta, también, es la voluntad de hacer las cosas de otro modo; una indignación compartida ante las injusticias; cierta camaradería, y otras tantas cosas más. Y que eso no es nuevo, sino que tiene sus antecedente en la propia historia de los trabajadores.Eso viene a decirnos Rodríguez en los pasajes mencionados y que rescatamos para tratar de pensar la actualidad, el porvenir. Porque el lumprenproletariado -callejón sin salida y promesa- es presentado en este libro como un ambiguario: “Es la imposibilidad de la acción colectiva pero también –nos dice- al mismo tiempo, constituye un nuevo puento de partida para pensar la acción colectiva; una acción más radical, más democrática, más horizontal”.Punto de partida para continuar recorriendo el camino, gestando prenguntas, ensayando hipotéticas respuestas. Un ensayo parado en la rigurosidad teórica, pero también, en el entusiasmo por lo que las experiencias pueden decir. O no decir. Y que el futuro diga.

martes, 6 de mayo de 2008

Sobre el cine de Raúl Perrone


ESTETICA DE LO POSIBLE


POR: Mariano Pacheco

Busco que la gente crea lo que está viendo… No soy flexible si algo no es creible
(Raúl Perrone).
Durante la segunda quincena de mayo, Raúl Perrone llegará a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Con la proyección de algunos de sus films y conversando con los asistentes el día del cierre de este primer Ciclo de Cine de Ficción, organizado por la Secretaría de Arte y Política (integrada por estudiantes independientes y las agrupaciones Plan B; Colectivo de Izquierda y La Nausea).

Antes que por su nombre, Raul Perrone prefiere que lo llamen “Perro”. Así, como quien dice “Fulano: un tipo macanudo”. Es que para el Perro, su condición de cineasta parece no situarlo en el ilusorio lugar en el que, algunos de sus colegas, suelen ubicarse ya casi como por costumbre. “Un hombre entre los hombres” son las palabras con las que Jean Paul Sartre definió su lugar como escritor. La misma frase podría caberle a Perrone como director y guionista cinematográfico.

Estética de lo posible, así podríamos denominar a la forma que en el Perro entiende al cine. Porque si bien es cierto que muchas veces estamos condicionados por las carencias estructurales, también lo es que nos cuesta salirnos de ese lugar. Para decirlo con sus propias palabras: “El boicot sigue estando en nosotros mismos”. Desde que realizó su primer corto (Bang-Bang), allá por 1990, el Perro mantuvo para con el cine la misma actitud que Roberto Artl tuvo con la literatura (“Por prepotencia de trabajo”) y F.Nietzsche con el pensamiento (“Filosofar con el martillo”).

“Cagarse en el formato”, nos dice: “Si lo que tenés para decir no se sostiene en VHS, tampoco se va a sostener en beta, super 8, en 16 ni en 35 mm”. Tal vez en estas palabras, pronunciadas hace ya diez años, resida el gérmen de su último film: La navidad de Ofelia y Galván, estrenada durante el mes de marzo de 2008 en el Centro Cultural Rojas, en simultáneo con una muestra fotográfica y un Seminario de dos días: Hacer cine con una cámara de fotos. La navidad, que fue filmada con una cámara de fotos digital Sony, convierte a sus suegros de más de ochenta años en personajes cinematográficos. Todo comenzó con algunos encuadres arriba de la mesa, a modo de prueba, con copas oficiando de trípode. Como en La Mecha y Late Corazón, Nicéforo Galván es el protagonista de esta historia situada, como casi todas sus películas, en Ituzaingó.

Luz natural y una producción tan artesanal como la misma imagen. Actores que no son actores (¿o sí?), actuando sobre la cotidianeidad. Austeridad que no implica descuido. Espontaneidad para que fluyan las escenas y, cuando se cree necesario, intervención para que ciertas situaciones ocurran. El Perro, que puede parecer totalmente a-sistemático, sin embargo, no deja que ningún detalle se pierda por descuido. Al hablar, pareciera transmitirnos las experiencias que, sábado tras sábado –desde hace ya varios años- viene gestando desde el taller de cine que lleva adelante en Ituzaingó.

De Ituzaingó, del Gran Buenos Aires, son los jóvenes que nos muestra Perrone en sus films. Pibes sentados en los cordones de las veredas, que conversan, que putean. Situaciones cotidianas ausentes en el cine argentino hasta entonces. Jóvenes que, desde la periferia, sobreviven y resisten, a su manera, la marginalidad a la que fueron expuestos por el modelo neoliberal. Postales de un recorrido por la Argentina del malestar. Testimonio del rock, del barrio, la esquina, los amores y las desventuras; la amistad; las pizzerías y salones de pool; las calles desoladas y las casas bajas, construidas en épocas pretéritas, cuando laburar y levantar un hogar era todavía una posibilidad.

Entre sus películas –que ahora se han editado en DVD- se encuentran La Trilogía, compuesta por Labios de churrasco (1994); Graciaadió (1997) y Cinco p´ al peso (1998); Ocho años después (con Violeta Naon y Gustavo Prone, los mismos actores que Cinco p´ al peso, reunidos para filmar, sin previo encuentro, “en vivo y en directo”). Otros de sus films son Canadá; Nosotros dos; Tarde de Verano; La felicidad –un día de campo-; Chamuyando; Blus; Ángeles, entre otras.

Como vemos Perrone es una máquina de producir. No para. Vale como ejemplo lo que hizo en el Seminario del Rojas: mientras anunciaba para horas más tarde el estreno de su último film, ya proyectaba extractos del próximo (180 grados), que aun no ha terminado de filmar. Tal vez porque se ha tomado muy en serio uno de los lemas de su DECÁLOGO: “El rodaje durará como máximo, 8 días”. O porque más que con guiones, trabaja con anotaciones (el Perro es una especie de cronista de lo que ve por ahí. Lo retiene en su mente, o lo anota en un papel, y luego de procesarlo arísticamente, todo eso va a parar a sus pelis).

Esteban Rodriguez, que denominó esta forma de arte “Estética cruda”, plantea que “lo crudo es lo que no está cocido, pero que no necesita esperar a su versión definitiva para constituirse en una obra acabada”. Insistiendo en esta idea, podríamos decir que lo crudo es un boceto inacabable. Como el cine de Perrone, en donde se mezclan lo nuevo y lo viejo, la bic y el cuaderno con Internet; el riesgo y la improvisación con lo artesanal y lo austero.

En este sentido, valga como ejemplo su sitio web. Allí podemos ver a un chico, subido a un andamio, pintando con una brocha sobre un muro la palabra decálogo. Y la fotografía de un pedazo de página arrancada de un cuaderno. Escrito a mano, con birome (¡tachaduras incluidas, por supuesto!), El manifiesto. Esa es la forma que El Perro encontró para convidarnos “algunos puntos” que suele tener en cunta a la hora de filmar.

Estética de lo posible que, desde hace ya diez años, se viene sosteniendo sobre los mismos presupuestos. “Trabajar con actores y actrices creibles” (el susbrayado es del original), “con músicos de rock y siempre con cuatro o cinco vecinos”. En cuanto a lo creible, es interesante subrayar una anécdota: luego de que La mecha (protagonizada por Galván) llegara al Festival de Friburgo, recibe una carta de felicitaciones para el actor. Esto se debe, seguramente, al movimiento de ficcionalización de lo real que suele realizar Perrone, haciendo que sus films no sean documentales, ya que las escenas propuestas no son tal cual como suceden en la cotidineidad, sino que están expuestas a un proceso estético. En cuanto a los músicos, presentes en sus films, podemos mencionar a Iván Noble (Los caballeros de la quema); Adrian Dargelos (cantante de Babasónicos); Stuka y Piltrafa (guitarrista y cantante de Los violadores); Andres Calamaro; Charly García.

Si bien su recorrido puede parecernos apabullante, las palabras de Perrone no nos trasmiten quietud o desgano, sino que contagian entusismo. No importa tanto contar con los medios “adecuados”, sino tener ideas y ganas de hacer cosas. Como señala en el último punto de su decálogo: “Pase, lo que pase, terminar la película”.


CICLO de CINE

Jueves 15 de mayo: Cinco p´al peso (1998).
Jueves 22 de mayo: 8 años después (2006).
Jueves 29 de mayo: Charla (entrevista abierta) con Raúl Perrone,

Siempre a las 21 hs, GRATIS, en el aula 230 (2° piso de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA-Puan 480- a pocas cuadras de Av. Rivadavia al 6000).

viernes, 18 de abril de 2008

literatura y movimientos sociales

EN TORNO A "ESTADO DE GRACIA",
NOVELA DE GUILLERMO CIEZA

Por: Mariano Pacheco
(Para Prensa De Frente)

La novela de Guillermo Cieza, Estado de gracia -centrada en los acontecimientos ocurridos en la Argentina entre julio de 2001 y julio de 2002- inaugura la colección de Narrativa y poesía de El Colectivo, una editorial que pretende “elaborar nuevos textos desde lo popular, pero de un modo distinto al habitual: partiendo de la acción”. Alguna vez Cieza se definió a sí mismo como “un militante que escribe”. Tal vez por eso, en el último tiempo, participó de la compilación Venezuela, ¿la revolución por otros medios? (Dialektik, 2006). Y publicó sus dos volúmenes de artículos políticos: Borradores sobre la lucha social y la autonomía (2004) y Borradores sobre la lucha popular y la organización (2006), ambos editados por Manuel Suárez. Manuel no sólo fue Editor de Cieza, sino también amigo, y compañero en varios emprendimientos de militancia durante los 80 y los 90. Manuel, como Guillermo, era un militante que escribía, y antes de marcharse –sufrió un paro cardíaco en 2004- nos dejó otra excelente novela, El tiempo y sus mudanzas. Sin bien Estado de gracia inaugura esta colección, es un libro que viene a cerrar un ciclo en la narrativa de Cieza –como lo denominan sus compañeros-. Si con Destiempo (1997), Miguel, Clara y Adriana –sus personajes- nos sumergen en “una historia de los 70”, con Veteranos de guerra (1999), Mario, Haroldo, Alicia, Paula, Anita, Fernando y El Ciego, logran dar cuenta del período 1983/1998. Años en los cuales, como el mismo autor ha señalado en su “nota” final del libro, esa generación de militantes tuvo que cabalgar, en un breve período de tiempo, entre dos corrientes de signos opuestos. “Vivir un mundo donde todo se podía cambiar y otro donde parece que no se puede cambiar nada”. Ambas novelas fueron publicadas por Ediciones Retruco, una editorial-revista-agrupación en la Cieza participó durante los 90. También en la “nota” de “Veteranos”, Guillermo aclara que el libro cierra con la palabra FIN. “Pero no es el fin, es apenas el final de la novela. De un relato de una época que alguna vez repasaremos como una anécdota feroz en el devenir hacia un planeta mas habitable y solidario”. Seguramente por su gran optimismo, fue capaz de no bajar los brazos y, una década más tarde, convidarnos con las historias del escribano José María Martínez Echenique y sus amigos Victor, Felipe y Manolo; de Jorge y su hermana Blanca, de tantos hombres y mujeres de nuestro pueblo que, en estos años, han desarrollado esas experiencias que pujan por otra forma de entender el mundo y habitarlo. Citemos, antes de terminar, un fragmento del texto; una conversación entre dos de los personajes: Dorita y Blanca, mujeres de las barriadas de Berisso, integrantes de un Movimiento de Trabajadores Desocupados. Su charla podría haber sido la de cualquiera de las mujeres que, ya sea en el barrio o en la ruta, libraron esas imperceptibles batallas cotidianas que, poco a poco, fueron transformando sus vidas. Leamos, entonces: “Por Dorita, Blanca se enteró de que Juan juntaba los papeles, pero que él no daba los planes. Los daba el gobierno, o mejor dicho había que sacárselos. Acá es al pedo que forrees con nadie, el plan te lo ganás vos-le aseguró Dorita. Pero no me vas a decir que Juan…- insistió Blanca. Mirá piba, te explico clarito. ¿Vos querés encamarte con Juan? Date el gusto. Pero después el te va a decir: Estuvo muy lindo pero si vos entrás o no, lo decide la asamblea. Viste que en la bandera dice Trabajo, Dignidad, Cambio Social… Bueno, Dignidad es eso, acá no es como con los punteros políticos. Acá no tenes que chuparle la verga a nadie para conseguirte un plan. Tenes que laburar y cumplir con lo que acordamos entre todos” Quizás como en ningún ensayo “sociológico” o “antopológico”, como en ninguna de las tantas “investigación periodística” sobre el “fenómeno piquetero” que proliferaron en estos últimos años, esta ficción relata muchas verdades. Tal vez tenga razón el padre de Steve – uno de los personajes de Ricardo Piglia en su libro Prisión perpetua- y narrar sea como jugar al póquer: “todo el secreto consiste en fingir que se miente cuando se está diciendo la verdad”. Cieza es un tipo que ha sabido experimentar esta forma de narrar.

jueves, 14 de febrero de 2008

Prologo al libro de Leandro Albani


Nota en el barro

POR: Mariano Pacheco


En el barro es el segundo libro de cuentos de Leandro Albani. El anterior, Mapas nocturnos, fue publicado en el invierno de 2004. Tuvieron que pasar casi cuatro años para que “Lean” –como le decimos quienes compartimos periplos con él- nos convidara nuevamente con sus narraciones. Quienes lean estos relatos y no lo conozcan podrán, al menos un poco, acercarse al hombre –al “muchacho”, podríamos decir, ya que Albani no ha llegado aun a los treinta años- que hay detrás de todo autor.
Su ir y venir a su Pergamino natal. Su pasión por los viajes y el conocimiento de nuevos lugares. Sus amores y desamores –¿importa si son reales o imaginarios?-. Su compromiso con el oficio que eligió (si no lo saben, les cuento: estudió Periodismo de Investigación y dio clases en la Universidad de la Asociación Madres de Plaza de Mayo; trabajó en su periódico y su radio: en el informativo y como conductor de un programa de literatura).
También pueden verse en las líneas de este libro su preocupación por la realidad histórica que lo atraviesa. Aunque no de manera burda, al mejor estilo del peor realismo. No: Albani nos mete en la “realidad real” haciéndonos creer que habla de una cosa, cuando en realidad está hablando de otra. Más allá de sus declaraciones (“la literatura es, quizás, una herramienta a tener en cuenta para el aporte hacia la liberación”, sostiene en su “nota” final), lo que en estos relatos podemos encontrar es un sendero que nos lleva de la realidad real a la ficcional, y viceversa.
No faltan tampoco, en estos cuentos, un recorrido por la extremadamente dura y tierna vida de algún viejo boxeador. No importa el nombre, por supuesto. Podría ser cualquiera de nuestros grandes íconos nacionales. Pongamos por caso el “Mono” Gatica. Tal vez haya sido azaroso, no lo sé. Pero el relato del boxeador es anterior a uno titulado “El viejo” (¿será una metáfora, un guiño al film de Leonardo Favio, en donde Gatica se saluda con Perón, y el primero le dice al segundo: “Dos potencias se saludan”?).
Finalmente, porque tal vez no podía ser de otra manera viniendo de quien viene, la presencia de esas 30.000 ausencias. Seguramente no sea casualidad que esta colección de la Editorial El Colectivo, en la que sale publicado En el barro, se iniciara con la novela Estado de Gracia. Su autor, Guillermo Cieza, es un reconocido militante de la década del 70, que no puede aceptar la idea de transformarse en un “veterano de guerra”. Porque sabe que colgar sus sueños en un perchero equivale a resignarse, a soportar un hediondo olor a naftalina que sólo puede provocarnos nauseas. Y Cieza es un tipo al que los jóvenes no lo ven como a un abuelo, un jubilado. Por eso le dicen “tío”.
“Si nosotros no nos divertimos nos van a ganar siempre”, dice Marcelo, uno de los personajes “setentistas” que Leandro Albani construye en uno de sus cuentos. Comprendo su sensibilidad. Me identifico. Tal vez porque pertenecemos a la misma generación: esa que carga sobre sus espaldas con la derrota de las generaciones que la precedieron, pero que al mismo tiempo intuye que las cosas pueden llegar a ser de otro modo. ¡Porque alguna vez fueron de otra manera, que duda cabe! Con cadáveres apilados unos sobre otros, es cierto, pero también con sonrisas contagiosas, entusiastas. Decía que comprendo su sensibilidad. Y recuerdo, en este momento, con qué atención leí un párrafo que Albani había marcado en un libro que me prestó. Se trata de la novela El pibe, de Guillermo Saccomanno. Y dice así: “Aunque rajemos ante la superioridad del enemigo, nunca nos sentimos derrotados. Nos acordamos de una trompada, un piedrazo, un enemigo caído. Y al revivir los momentos heroicos de la lucha, nos vamos convencidos de que, en verdad, no fuimos vencidos”.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Autonomía y autogestión




Un recorrido por los Movimientos de Trabajadores Desocupados


(Texto presentado en el coloquio internacional sobre el trabajo, organizado por la Revista Herramienta. Realizado en Buenos Aires, Argentina, en noviembre de 2007).




POR: Mariano Pacheco



Cuando se habla de autogestión, se debe considerar a esta como un proceso en construcción, no como un hecho, sino como algo que se hace día a día, como una conquista”.



La propuesta de autogestión tiene dos conceptos: El primero es el de superar la diferenciación entre los que deciden y los que cumplen ordenes sin saber nada. El segundo es que el poder de las decisiones está en los que trabajan, lograr autonomía. Autonomía significa superar las interferencias externas en las decisiones de los que trabajan”.




Movimiento Sin Tierra, en: Casrtilla del MST sobre las cooperativas.




I-


Comencemos situando nuestro planteo: hablamos desde América Latina; desde Argentina, desde las experiencias urbanas gestadas en la última década. En particular, de la desarrollada por el Frente Popular Darío Santillán (FPDS), desde su fundación en 2004 a hoy. Y que tiene sus antecedentes más inmediatos en los movimientos sociales que lo configuraron. Movimientos que parten, a su vez, de esa tensión generada entre la continuidad de ciertas tendencias históricas y la innovación propia de quienes nos proponemos gestar prácticas novedosas.


2-


Si quienes nos identificamos en lo que actualmente se denomina "La nueva izquierda autónoma", hemos construido algún tipo de certeza en esta última década, ésta tiene que ver más que nada con la afirmación de una negación. Podríamos decir, con F.Nietzsche, que, "en efecto, el camino, no existe" (Nietzsche, 2003, 192). Es decir, los presupuestos que guían nuestras prácticas, más que la línea, son un sendero que se bifurca. Un conjunto de hipótesis. Sólo eso.


Otra certeza construida, mas de tipo propositiva, podría resumirse así: "lo que no construyamos hoy, aquí y ahora, desde abajo, no lo construiremos mañana desde arriba". Con el abajo nos referimos a lo que históricamente se entendió en las organizaciones populares como el trabajo de base. Un priorizar las relaciones humanas allí en donde los hombres y las mujeres se vinculan diariamente.


La capacidad de ampliar prácticas prefigurativas - aquellas que adelante a pequeña escala la sociedad que anhelamos- a conjuntos cada vez más amplios, continúa siendo una apuesta. A la cual, queda claro, no podemos renunciar. O sólo a costa de que nuestras prácticas culminen absorbidas por el sistema.


Estos elementos prefigurativos, y todo lo que vayamos gestando de aquí en más, ampliado al conjunto social, es lo que denominamos el ad-venir del socialismo. Es decir, una sociedad que no es "planificada" racionalmente desde hoy por una minoría ilustrada, que posee alguna ciencia determinada, sino que será la capacidad de ampliar cada vez más las políticas que posibiliten que la participación popular se exprese en toda su plenitud.



3-


¿Que tiene que ver todo esto con la cuestión del trabajo? Sencillamente, que las experiencias de autogestión del trabajo de las que vamos a dar cuenta, cobran su real significación en el contexto en el que se desarrollaron: la intervención de las organizaciones populares en las luchas más importantes de los últimos años. Tanto la ocupación de los lugares de trabajo y su puesta en funcionamiento bajo "control obrero" (cuyos casos paradigmáticos fueron seguramente la textil porteña Bruckan y la ceramista de Neuquén Zanón, actualmente Fábrica sin patrón -FASINPAT-), como los micro-emprendimientos productivos desarrollados en las barriadas populares por los trabajadores desocupados, no fueron desarrollados en el vacío, de forma aislada. Sino que se gestaron al mismo tiempo que se enfrentaba, a través de la acción directa, a las políticas anti-populares de los gobiernos de turno.

4-


Decía al principio que hablaba desde la particularidad del FPDS: una organización social y política surgida en los últimos años e integrada, fundamentalmente, por trabajadores asalariados y desocupados; por sectores universitarios y de la cultura. Me centraré ahora, en una de las experiencias que dieron origen al FPDS: la de los Movimientos de Trabajadores Desocupados (MTD).


Condenados a la peor de las carencias, los marginados de las grandes urbes, los excluidos, los periféricos gestaron, a pesar de todas las adversidades, prácticas de lo más novedosas. A diferencia de las décadas anteriores, fueron los desocupados los que protagonizaron piquetes. No ya para impedir que se trabaje, sino para intentar hacerlo. No ya donde las mercancías se producen, sino donde circulan. No ya con el "jefe" de familia a la cabeza y el resto de la familia como retaguardia, sino con la familia entera como protagonista, participando activamente, y con las mujeres a la vanguardia.


A partir de vivencias tan intensas, como la participación en puebladas o piquetes que duraban días y, a veces, semanas, los trabajadores desocupados comprendimos que la lucha no implicaba sólo la acción directa, sino también la pelea ardua, cotidiana, que continuaba al regreso, en ese tránsito de la ruta al barrio. Si en la ruta no había jefes. Si ciertas funciones de representación (ante los medios de comunicación, las autoridades policiales y gubernamentales) no eran eternas, ni un privilegio, sino surgidas de un mandato de asamblea regido por la igualdad de todos sus integrantes. Si estas tareas eran rotativas y por un plazo determinado ¿por qué las cosas deberían ser de otra manera en las actividades, en el trabajo diario?


Cabe aquí hacer una aclaración y, por qué no, una reivindicación de la relación (siempre tensa e inestable, cambiante) de los movimientos sociales con el Estado. Una relación que fue más bien práctica que teórica.


Partiendo de necesidades tan elementales como la carencia de comida, la falta de mínimas condiciones para garantizar la subsistencia, los MTD, mayoritariamente, tomaron los planes de empleo, y en general, todo tipo de ayuda social-estatal. En un contexto de retroceso y profundas derrotas del movimiento obrero; de avance feroz del neoliberalismo, el Estado respondió ante el reclamo por trabajo, surgido de intensas luchas sociales, con una política de ayuda focalizada, miserable. Sin embargo, los piqueteros, vivenciamos eso como un elemento a resignificar. Si el Estado buscó con esos planes frenar, contener el conflicto social, los movimientos tuvieron la capacidad de multiplicarlos. Y las enseñanzas de la ruta fueron muchas.


Si bien en términos económicos, materiales, las conquistas fueron mínimas (aunque nada despreciables, teniendo en cuenta la situación de la que se partía), la lucha dejaba lazos solidarios constituidos. Las conciencias se transmutaban; la acción colectiva se revalorizaba: la acción política, nuevamente, realizada a través de los cuerpos y no de los discursos o la virtualidad de los medios de comunicación.


Los planes sociales fueron claramente un elemento de disputa. Lo que en manos del Estado era convertido en “cajas” para fortalecer sus estructuras clientelares y la cultura asistencialista, en manos de los movimientos más genuinos, posibilitó desarrollar proyectos populares regidos con otras lógicas políticas. Conformando Asociaciones Civiles que se presentaran ante las autoridades como organismos responsables, legales, los movimientos conquistaron que los planes de empleo, por ejemplo, contengan una contraprestación comunitaria de los beneficiarios. El Estado puso parte de la plata, sí, pero quien se hizo cargo de los proyectos de trabajo (sean comunitarios o productivos) fueron los propios movimientos. Claro que con mucho esfuerzo, y partiendo de la carencia casi absoluta. Y también de la ineficiencia o las trabas puestas por las estructuras de poder.


Fue el comienzo, luego de muchos años, de un desarrollo en la organización de base por parte de un sector importante de los trabajadores. En este caso, el más golpeado por las políticas neoliberales. De ahí la paradoja: un sujeto que se recompone desde el lugar de no-sujeto. Desde el no lugar social. La no identidad. Desde la condena a no ser o ser inclasificable. De ahí que muchos denominaran a este sector, en su momento, como el de los nuevos “desaparecidos sociales”.


A través de esos proyectos, decía, se lograron llevar adelante emprendimientos de pequeña escala, pero que recuperaron la autoestima y pusieron en funcionamiento una dinámica democrática, masiva y autónoma de participación popular. Desarrollada por fuera de las estructuras tradicionales: sindicatos, iglesia, partidos (aun los de izquierda). Tal vez la excepción sea el “bloque matancero”, cuyo eje fue la Federación de Tierra y Vivienda- Corriente Clasista Combativa (FTV-CCC), lideradas por Luis D´elía y Alderete. La primera organizada al interior de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). La segunda, impulsada por el Partido Comunista Revolucionario (PCR).


Regresando a los proyectos de autogestión, un par de cuestiones por remarcar. Algunas de ellas centrales: las formas de estructurar cierto tipo de relaciones sociales (al interior de cada grupo pero también con los consumidores); el cómo distribuir el trabajo y la ganancia de forma equitativa; cómo gestionar de manera transparente, participativa, libre y compartida las cuestiones comunes; y un largo etcétera, todo, fue quedando en manos del movimiento social. Todos estos proyectos se desarrollaron en las barriadas: el territorio, comenzaba a delinearse como nuevo escenario, tanto de conflicto como de organización. De ahí que la disputa con el “pejotismo” (el parato del Partido Justicialista) no se diera sólo en términos geográficos, sino y por sobre todo, como una disputa simbólica y material en torno a las maneras de estructurar la vida social.


Lo interesante a rescatar es que, quienes llevaban adelante estas iniciativas de autogestión, continuaban siendo parte de una organización de masas, que luchaba por mejoras sociales, sí, pero también por construir un tipo de sociedad radicalmente distinta a la vigente.


Tal vez debamos ver allí, en los talleres de capacitación de oficios; en los micro-emprendimientos productivos, en las actividades comunitarias desarrolladas en las casas de vecinos que prestaban un espacio, los gérmenes de los futuros centros comunitarios, donde grupos de trabajo autogestivo y cooperativas de oficios emprenden sus tareas en la actualidad.


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Si de lo que se trata es de ver que es lo hacemos con lo que han hecho de nosotros, podemos pasar revista de las respuestas, de las iniciativas que actualmente continúan desarrollando quienes, a pesar de la reactivación del mercado laboral en los últimos años, no entran -y difícilmente lo hagan- en el mundo tradicional del trabajo. Me refiero al sector de jóvenes marginados, de ancianos, de mujeres pobres a cargo de numerosos hijos, que continúan formando parte de los MTD.


Estas familias –también integradas por changarines, trabajadores flexibilizados con pocas posibilidades de acceder a niveles de “formalidad”- con problemas de vivienda y falta de servicios básicos; sin cobertura social; con dificultades de acceso al ya de por sí deteriorado sistema de salud y educación, son quienes continúan organizados en las barriadas. Intentando consolidar núcleos locales de poder popular. Luchando contra la concepción instalada en el sentido común, los grupos de trabajo autogestivo y las cooperativas promueven la autoorganización.


Sin patrón, ni jefe de personal que ordene qué hacer; intentando revertir las posturas individualistas, escépticas, basadas en la “ley del menor esfuerzo”, que muchas veces prima como lo normal, estas experiencias intentan abrirse paso a partir de la decisión colectiva tomada en asambleas; la socialización de los conocimientos; la autoformación política; la reconstrucción de valores y una cultura propia de los trabajadores, en fin, haciendo de la pedagogía del ejemplo un que-hacer cotidiano.


Tengamos en cuenta que, a diferencia de la organización gremial, estas proyectos no sólo defienden intereses propios frente a organismos patronales (en los casos en los que el Estado compra sus productos o subsidia maquinaria, infraestructura, movilidad), sino que además, tienen sobre sus espaldas la responsabilidad de sacar el trabajo adelante, sin “chantas” que lucren del esfuerzo de sus pares, pero también sin mandos jerárquicos que “vigilen”. Por eso estas experiencias se parecen más a las de las fábricas recuperadas que a las de los sindicatos o gremios combativos. Aunque a diferencia de las “recuperadas”, las cooperativas y grupos autogestivos parten de niveles de precariedad muy fuertes: no hay una infraestructura, con maquinarias y trabajadores experimentados en los oficios que se quedan sin patrón. Se parte sin ellos -lo que puede ser una ventaja- pero también sin la base material y la experiencia que poseen sus trabajadores. Una década de neoliberalismo ha carcomido, en gran parte, muchos de los saberes de los trabajadores retransmitidos de generación en generación.



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Detengámonos un poco en estas experiencias. Veamos sus aportes. Si bien son el fragmento de un fragmento (sólo un sector de los trabajadores, organizados en una de las experiencias político-sociales existentes), poseen una riqueza inmensa, debido al carácter prefigurativo que mencionábamos.


Algunas de estas iniciativas son la Cooperativa de Oficios en Ciudad de Buenos Aires; la Bloquera (fábrica de bloques de cemento para la construcción) y el Taller de serigrafía en el predio Roca negra, en Lanús; la Cooperativa de electricidad en la zona de Quilmes-Almirante Brown; la Cooperativa de construcción de viviendas en la provincia de Tucumán; los talleres textiles en varios distritos de la zona sur del Gran Buenos Aires y la periferia del Gran La Plata; La pizzería que funciona en el Centro social y Comunitario Olga Vázquez, en la ciudad de La Plata; el Grupo-editorial El Colectivo. La Cooperativa de Trabajadores Rurales en el Partido Bonaerense de Vicente López. Sin dejar de mencionar los Proyectos Jóvenes, que en base a subsidios estatales, llevan adelante talleres de cultura de la propia organización (música, plástica, teatro) y de formación de oficios (gestando las primeras herramientas en electricidad, carpintería, herrería).


Estos intentos de producción autogestiva se complementan con el desarrollo de Redes de Comercio Justo, como las que se desarrollan en la actualidad en Buenos Aires y La Plata.


Cabe aclarar que, al igual que cuando los MTD formaron Asociaciones Civiles para poder garantizar la autogestión de la ayuda estatal (planes de empleo; subsidios para comedores y merenderos), la conformación de Cooperativas de Trabajo no altera la dinámica de participación popular autogestiva, basada en asambleas y talleres de formación, y los criterios igualitarios que ya mencionamos. Tal vez sea una indicación puntillosa, pero quienes conocen las experiencias de Cooperativas punteriles (aquellas que responden al aparato del Partido Justicialista), que en realidad son pantallas para extraer dinero y desviarlo; o las Cooperativas empresariales; aquellas que bajo ese nombre contratan trabajadores que se ven sometidos a peores condiciones que en cualquier otra empresa, pero que implican el beneficio para los empresarios, de quedar exentos de impuestos. En fin, para no dar lugar a dudas, cabe aclarar que el nombre, la forma jurídica, no es más que un aspecto legal. En todo caso puede dar una cobertura mayor a la legitimidad de los procesos de autoorganización de los trabajadores.


En el caso del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra del Brasil (MST), a quien, desde estos pagos, se ha observado atentamente en todos estos años (y con quienes se han compartido experiencias comunes en algunos cursos de formación y visitas a sus asentamientos), definen a las a las cooperativas como “...una asociación autónoma de personas que se unen voluntariamente para satisfacer aspiraciones y necesidades económicas, sociales y culturales comunes...”(MST, s/d). Lo que distingue a sus cooperativas de otros organismos sociales es el carácter colectivo de la propiedad y que se rigen por principios democráticos, de adhesión libre, voluntaria y responsable de sus integrantes. Tal como se decía anteriormente, estas experiencias son espacios de convivencia, de aprendizaje mutuo.


La importancia subjetiva de la que hablamos a lo largo de estas líneas vuelve a mostrar su fuerte impronta. Los valores con los que se construyen las relaciones sociales en la cotidianeidad no son una cuestión menor. La solidaridad, el compañerismo, la preocupación por el otro (sea alguien que integra el grupo de trabajo, un miembro de la familia, vecinos o amigos de la zona en donde se encuentra la cooperativa) hacen a una ética de lo común, de lo comunitario.


“La práctica de la cooperación es, para el MST, un gran instrumento pedagógico para la construcción del ser social”, dicen los brasileros en la cartilla citada.


Al igual que el MST, las prácticas de autogestión del trabajo desarrolladas por los colectivos y movimientos que integran el FPDS, sostienen que su desarrollo no puede estar desvinculado del proyecto estratégico de cambio social. Los elementos de socialismo práctico desplegados en la cotidianeidad, en pequeña escala, aspiran, como ya remarcamos, a extenderse socialmente. Y para ello es necesario participar de la lucha política. Buscando formas de intervención en las coyunturas, aspirando a cambiar las relaciones de fuerzas, pero también encontrando las maneras de organizar una presión colectiva tal, que posibilite un mayor apoyo a estas prácticas.


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Cabe aclarar que la reivindicación de estas experiencias desarrolladas por los movimientos territoriales (los piqueteros), no excluye la emprendida por el resto de la clase trabajadora. Por el contrario, estamos convencidos de que, en la medida en que no se articulen las apuestas de los trabajadores desocupados con la de los flexibilizados y los formales, todas estarán permanentemente amenazadas. El paso de la marginalidad a un trabajo precario, y de este a uno formal, y viceversa, son bastante frecuentes. Sobre todo en el primer caso.


Tal como sostiene Ricardo Antunes en su tercera tesis, sostenemos que “viviendo en una sociedad que produce mercancías, valores de cambio, las revueltas del trabajo tienen su estatuto de centralidad” (Antunes, v/d). Confiamos aun en la potencialidad anticapitalista, en las posibilidades de emancipación humana viabilizadas a partir de las luchas desarrolladas por la “clase-que-vive-del-trabajo”.


Sabemos, sí, que cada fragmento de la clase trabajadora en la actualidad, contienen un lógica distinta. Y de ahí en gran parte las dificultades. Sin embargo, si bien articular no puede implicarnos homogeneizar prácticas, lógicas cotidianas que son por sí diversas, tampoco esa multiplicidad tiene porqué, necesariamente, que proyectarse sólo hacia sí misma, de manera cerrada, haciendo de la fragmentación una situación inmutable, insuperable. Naturalizar la fragmentación, o peor aun, reivindicarla como virtud, puede conducir a perpetuar la situación actual, planeándola como insuperable.


Claro que la centralidad de la que hablamos, nada tiene que ver con la entendida antaño. Es decir, la centralidad (casi excluyente) de los proletarios industriales, mayoritariamente concentrados en determinadas zonas urbanas. En el FPDS concebimos al sujeto trasformador como un sujeto plural. Hablamos de una construcción multisectorial e intentamos dar cuenta de las transformaciones que en el mundo y en nuestro país, se desarrollaron en las últimas décadas. De hecho, sucede que en la actualidad, muchos artistas y estudiantes, por ejemplo (sobre todo estos últimos) son también trabajadores. Sucede, por otra parte, que luchas que años atrás se libraban desde organizaciones específicas, hoy son cuestiones asumidas al interior de los movimientos y colectivos de clase. La pelea por la defensa de los recursos naturales, por la igualdad de género y el respeto por la diversidad sexual, son ejemplos paradigmáticos.


Una digresión. Sólo un paréntesis. No es el tema que se pretende desarrollar aquí. De ahí que sólo se haga una mención. Sin embargo, me pareció que no se podía dejar de comentar, brevemente, que en los últimos años los trabajadores asalariados en Argentina, mostraron, nuevamente, una importante capacidad de lucha. Junto con ellas aparecieron, por supuesto, las tradicionales burocracias sindicales (devenidas camarillas empresariales) y las lógicas ortodoxas de la izquierda tradicional. Pero también nuevas camadas de trabajadores que profundizan la búsqueda de algo nuevo, distinto a lo que ya se conoce como la "política sindical". Parte de esa búsqueda llevó a que los trabajadores asalariados del FPDS conformaran La Fragua, una publicación que actualmente nucléa activistas de distintas zonas del país.


La experiencia de los subterráneos en la ciudad de Buenos Aires; de los docentes en la patagonia, fueron las que mayor repercusión mediática alcanzaron. Pero no son los únicos. Existen otras, que forman parte de este proceso de recomposición que los trabajadores, lentamente, vienen desarrollando. Y Sospechamos, además, que otras tantas pueden estar, ahora mismo, gestándose en otros sitios.


En los casos en los cuales las organizaciones populares no se han integrado al Estado, al proyecto presidencial actual, ni se han visto reducidas a la categoría de "voz moral" (aquellos movimientos que, más que construir autonomía y poder desde abajo, se dedican a proclamarla y juzgar lo desprolijo de las construcciones ajenas), han tenido que sortear varios obstáculos: entre ellos, superar el carácter netamente sectorial y reivindicativo de sus dinámicas políticas.


El paso -o el salto abismal en muchos casos- que los movimientos sociales tuvieron que dar para sobrevivir en coyunturas de repliegue de las dinámicas de participación popular y recomposición de la institucionalidad basada en la lógica de la representación, fue realmente muy grande. El desafío de articular lo corporativo con lo popular y dar un salto mas nítido a lo político implicó, forzosamente, un cambio en la agenda propia que como movimiento social se tenía.


El desarrollo y consolidación de la autogestión del trabajo al interior de los movimientos; el cambio en la coyuntura del país (de la desocupación estructural al precarización estructural); las consecuencias de las políticas neoliberales (tengamos en cuenta que asistimos a una generación que, en el caso de conseguir un trabajo, no ha sido formada en ningún tipo de oficio y que, en muchos casos, no ha visto a sus padres y familiares trabajar); estos aspectos centrales y seguramente otros más, implicaron para los movimientos una apuesta muy fuerte por la transfiguración de sí mismos. El cambio de las consignas evidencia este proceso. Si antes se hablaba de trabajo-dignidad-cambio social; de democracia directa y horizontalidad, en la actualidad se habla de autonomía y construcción de poder popular; del socialismo (del siglo XXI) como horizonte y práctica actual a desarrollar.


Los desafíos, por supuesto, son intensos. Si en sus comienzos los movimientos desplegaron políticas para resolver las problemáticas de un sector social mas o menos estable (la desocupación se mostraba como estructural y difícilmente modificable) y dar los primeros pasos por constituir un tipo de subjetividad alternativa, que declamara la necesidad de un cambio social, ahora, para continuar desarrollándose tienen, necesariamente, que consolidar una visión política y un proyecto más amplio que los exceda. Pero por sobre todas las cosas, ya no se puede declamar la pertenencia de los desocupados a la clase trabajadora. Se necesita, además, desplegar políticas que lo efectivicen. Porque como decíamos líneas arriba, lo estructural de la desocupación disminuyó.


Si bien para un sector de los trabajadores su situación no se modifica en lo esencial (de ahí la urgencia por desarrollar con un relativo éxito económico los trabajos autogestivos), por otro lado, aquellos que antaño se encontraban desocupados, hoy están relativamente ocupados, e ingresan al mercado sin un oficio, sin una tradición "sindical" que lo respalde (en el sentido de experiencia, memoria acerca de los "derechos" conquistados históricamente por la lucha de los trabajadores).


A su vez, los trabajadores formales continúan con esa presión empresarial sobre sus condiciones del que-hacer diario. Si antes la amenaza era quedar despedido y el latiguillo "hay 4.000 afuera", ahora la tensión tiene más cercanía: "hay muchos esperando para entrar”. “Por el mismo dinero que vos, están dispuestos a realizar los mismo, y trabajando más horas".


Como se pudo observar, en estas líneas se desarrolló una visión más política que económica o filosófica sobre la cuestión del trabajo. Los desafíos para quienes pretendemos llevar adelante un proyecto que emancipe al trabajo frente al capital, son aun muchos y complejos. Eso sí, no partimos de cero. Sin embargo, no podemos descansar en la supuesta tranquilidad de que, ya en el pasado, otros han pasado por situaciones similares y discutido las mismas cuestiones. Los contextos siempre son diferentes. Y si entendemos a la política como una invención, una apuesta, deberemos poner todo de nosotros y asumir nuestra práctica cotidiana como una repetición creativa. Es decir, asumir los viejos debates en los nuevos contextos.


Entablar un diálogo con las generaciones que nos precedieron, así como una discusión. Hacer del legado una nueva apuesta y no imposición del pasado como autoridad. Rescatamos el carácter conflictivo de la relación entablada con las generaciones del pasado, tal como ha propuesto Eduardo Rinesi. “Es sólo en la polémica con ellos que se va definiendo la originalidad del propio pensamiento” (Rinesi, 2003, p.151). Porque no podemos permitirnos, como legatarios, tener una actitud pasiva. Por el contrario, los grandes clásicos (sean éstos teóricos o experiencias) deben implicarnos, ser inspiración, en tanto mensaje que necesita de nuestra decisión de relectura y selección. De nuestro recorte crítico a la adhesión. De nuestro no estar enteramente de acuerdo con lo que leemos de los textos y las prácticas que nos antecedieron.


Caminar, entonces, como equilibristas, por el fino sendero de la dupla tradición-innovación. Asumiendo que -tal como una vez me dijo un amigo- la verdad puede ser un teorema. Pero por sobre todo -y con esta última opción nos identificamos- la verdad puede ser, tranquilamente, un poema.




Bibliografía citada

Libros:

- Nietzsche, Friedrich, Así habló Zaratustra. Trad. de Carlos Mahler. Mil ejemplares. Buenos Aires, Andrómeda, 2003, 316 pags.
- Rinesi, Eduardo, Política y tragedia. Hamlet, entre Hobbes y Maquiavelo. Mil ejemplares. Buenos Aires, Colihue, 2003, 284 pags.

Artículos en libros:

Antunes, Ricardo. “¿Cuál crisis de la sociedad del trabajo?”, en: ¿Adios al trabajo?, versión digital en: http://www.herramienta.com.ar/

Artículos

MST, “¡Que es una cooperativa?”, en: Cartilla del MST, s/d.

viernes, 16 de noviembre de 2007

PRÓLOGO a De la olla al piquete

Un libro de Sonia Vilela
POR: MARIANO PACHECO


El libro es excelente. Y lo digo seriamente y no porque la autora sea mi amiga. O no solamente por ello. “De la olla al piquete” es un libro construido con excesiva responsabilidad: atendiendo al más mínimo detalle, chequeando al máximo cada dato.
Como todo lo emprendido por la autora, posee características bien suya: esta construido lenta, paciente, apasionadamente. No es para menos: es una militante popular, con todas las letras que componen aquella maravillosa y extraordinaria palabra.
La experiencia posee características bien propias de ciertas experiencias políticas y sociales del nuevo milenio: me refiero al sentido de pertenencia. El proceso que marca el “tipo de redacción” del trabajo es el proceso que llevo a la autora a pasar a estar adentro y dejar un cierto afuera.
“Afuera llueve y el mundo está por hacerse”, dice un viejo poema de Juan Gelman. Ahora llueve, en esta navidad en la que me tomo un respiro de mis “papeles de trabajo”, enciendo un poco de tabaco, le cambio yerba al mate y miro por la ventana de mi habitación. “El mundo debe re-hacerse”, me digo. De fondo, un viejo tango de Gardel acompaña mi tarde. Mientras leo los borradores que la autora me pasó, me emociono: no puedo evitarlo. Es que su relato es como si fuera el mío, el de ella o él, el de tantos compañeros y compañeras que protagonizamos las gestas de aquellos días.
¿A qué me refiero? Simple: hablo de la experiencia concreta por la cual atravesaron los Movimientos Populares Autónomos en la Argentina de la post-modernidad, no tan post, o al menos no para todos, todas...
Precisamente a una cuestión simple y concreta me refiero: la autora forma parte de esa decena de personas que transitaron la vivencia de acercarse a una experiencia protagonizada por los sectores de la clase trabajadora mas golpeados integralmente por las políticas neoliberales... acercamiento dado desde una pertenencia material concreta dentro de lo que en Argentina denominamos comúnmente como “los sectores medios”.
La autora se acercó al MTD de Almirante Brown tras los sucesos del 19/20 de diciembre de 2001. No es casual. Ella se acercó y no fue luego de un “tour”. Tampoco se marginalizó/desclasó (eufemismo del viejo “proletarizarse”). Es decir, como muchos, se acercó “desde afuera” a la experiencia.
Pero eso de poder transitar un camino por los bordes la hizo quedar. Sin embargo no abandonó su que-hacer diario (que a estas alturas me da calor decir de “pequeña burguesía urbana”): trabajar de docente para garantizar el alquiler de cada mes, la comida, el pasaje de colectivo, tren, subte de cada semana, los “cigarrillos” y la vianda de cada día. Tampoco abandonó su vocación por este oficio de escribir.....
Por todo esto es que digo que “el tipo de redacción” del trabajo va “del afuera al adentro”. Esa es la clave para comprender esta “investigación-testimonio-militante”. Porque la autora cuenta –utilizando herramientas que le ha brindado su formación en la Universidad de Buenos Aires– la vivencia de un colectivo –sin dejar de tener en cuenta permanentemente las individualidades que la componen– del cual ella no formaba parte y terminó siendo parte. De ahí el recorrido de su escrito. De ahí lo novedoso: no es un mero relato de una experiencia particular, individual (que no por ello es menos valorado, por supuesto), ni tampoco es una fría investigación que se para desde una posición “objetiva”… desde afuera.
Este trabajo es, como decía anteriormente, una “investigación-testimonio-militante” que combina la objetividad de ciertos datos –extraídos en una paciente y concienzuda investigación– con el ardiente y apasionado relato de quien se COMPROMETE con la realidad; de aquellos que asumen el (su) tiempo histórico. En fin, de aquellos que, parafraseando a Jean Paul Sastre, viven la/su realidad “como contribución posible a una época entera y al mismo tiempo como praxis particular de un individuo definido por su aventura histórica y personal en el seno de una historia mas amplia que lo condiciona”.

jueves, 11 de octubre de 2007

Un períplo por Leónidas Lamborghini

Teatro, política y reescritura de la historia

Por: Mariano Pacheco(*)

"Aunque rajemos ante la superioridad del enemigo, nunca nos sentimos derrotados. Nos acordamos de una trompada, un piedrazo, un enemigo caido. Y al revivir los momentos heróicos de la lucha, nos vamos convenciendo de que, en verdad, no fuimos vencidos".
Guillermo Saccomanno, en El pibe.

El jueves 6 de agosto, en el auditorio de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, el Grupo Teatral Independiente Todos Juntos estrenó la obra "Eva Perón en la hoguera". Escrita por Leónidas Lamborghini en 1972, fue reelaborada por el autor para esta ocasión. Dirigido por Humberto "Coco" Martínez, el grupo está integrado por Griselda "Grillo" Cugliati y María Ezter Mazza. La idea de readaptar la obra al contexto actual (Evita, junto a la lucha de los excluidos), surgió luego de que Lamborghini asistiera al estreno realizado por el grupo a principios de este año. En aquella oportunidad, Coco Martínez agradeció a los amigos presentes en el lugar y dedicó la obra “a los que luchan y a los que ya no están”. También remarcó que la pieza tiene la potencia de lo no dicho y que, como en nuestra historia, la presencia y la ausencia son dos factores esenciales.

Eva Perón en la hoguera tiene como punto de partida a La razón de mi vida. Por eso, podríamos decir, la obra fue re-escrita desde sus inicios. “La necesidad de tal ejercicio de destrucción y re-construcción del modelo para darle una nueva forma, tiene relación con la idea de darle una nueva vida... A esto he llamado reescritura intratextual, a la poesía convertida en un juego maravilloso mediante el cual el mundo sea recreado constantemente...”, supo decir Lamborghini para explicar esto de las “reescrituras”.

En diálogo con este cronista, Griselda expresó: “Cuando Coco trajo la propuesta nos encantó. Esa ruptura de la sintaxis, expresando la realidad del oprimido, que sabe lo que quiere decir, pero no lo puede decir, nos pareció genial”. Se refiere a las lecturas Fanonianas acerca del oprimido (recordamos que Franz Fanon fue un psiquiatra argelino comprometido con la lucha de liberación que su pueblo llevó adelante contra los colonialistas franceses. Su libro mas conocido: Los condenados de la tierra, con prólogo de Jean Paul Sartre).

Lectura Fanoniana que enlaza claramente con el de las reescrituras, que es el tema de la pieza. Y esta seguda, fundamental para rescatar el carácter contestario de Esa Mujer (a decir de Rodolfo Walsh), que hoy es más invocada como fetiche que otra cosa. "Las reescrituras se obstinan en invocar pronunciaciones mágicas", escribió Esteban Rodriguez en su Estética Cruda. Remarca, este autor platense, el carácter de insistencia y no de ruptura de las reescrituras. "Duración testatura", dice. Porque hay algo que hoy se torna fundamental en la lucha de los excluidos. La posibilidad de rescatar a Evita como símbolo de combate por la emancipación, necesita desandar una operación: la insistencia oficial; esa que hace de las placas y las conmemoraciones su método de petrificar lo que nombran.

En cambio, en la reescritura Lamborghinesca, la que se coloca en la barricada levantada por quienes enfrentan las políticas oficiales, se vislumbra la posibilidad de la insistencia de los vencidos. No para copiar el pasado, sino para recrearlo. Reescritura que posibilita la combinación de temporalidades diferentes. La evocación del mito. La mixtura de lo viejo y lo nuevo.

Veamos de que se trata. Dejemos que la obra hable por sí misma: "Quiero explicarme aquí: un sentimiento que: la causa. Quiero explicarme aquí: la indignación. Los ricos como árboles, los pobres como pastos. Mi día hoy, mi maravilloso. Un camino nuevo: lo por hacer, la cosa por: la revolución por..."

Actitudes y expresiones a rescatar. Un legado a recrear. Palabras de Esa Mujer. Como las pronunciadas el 22 de agosto de 1951, en el Cabildo abierto del Justicialismo: "Yo no renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores". Como cuando, luego de ser operada, votó en la cama, en las primeras elecciones en las que lo hicieran las mujeres. O su compra de armas, realizada tras el golpe de septiembre de 1951, para que "los muchachos de la CGT formen milicias". O su último discurso público, pronunciado desde las entrañas de sus 37 kilos: "Si es preciso haremos justicia por nuestras propias manos".

Hoy, que se hace tanta política oficial, antipopular en su nombre, no vendría mal recordar ese tipo de palabras: "Desterramos la limosna para exaltar la solidaridad como obra de justicia". Nada de esto se recuerda hoy. Sólo aparece el fetiche Evita. Por supuesto, palabras como "durante un siglo los explotadores de la clase trabajadora fueron los privilegiados, hace falta que eso sea equilibrado con un siglo donde los privilegiados sean los trabajadores", no son muy funcionales a un proyecto de país en donde las condiciones de vida de los laburantes se ven deteriodas y pauperizadas. Como bien sabe Leónidas, que antes de ser poeta fue obrero textil, al exponer en la obra: "Contra todo privilegio, Contra toda oligarquía. Cien años de: la (injusticia de un siglo... destruir la limosna...

Dejemos, para terminar, que la voz de Lamborghini rsuene entre nosotros. Las palabras desde la hoguera, pronunciadas por Esa Mujer: "Para mí los obreros: en primer lugar... los que en columnas alegres... los que reclaman. los que a gritos. Los que (encendieron: los que hogueras... para mí los organizados. Los obreros: ¡ellos son! Para mí el pueblo: ¡ellos son! Sí: que nadie explote a nadie. La razón de mi vida es... la razón de mi muerte es (la causa es... Yo: lo que quise, mi palabra está"

(*)Formó parte del Movimiento de Trabajadores Desocupados Aníbal Verón en Almirante Brown y actualmente participa de la Agrupación Compañeros y del colectivo de estudiantes La Náusea, ambos integrantes del Frente Popular Darío Santillán. Es estudiante de filosofía de la UBA. Publicó Del piquete al movimiento. Parte I: De los origenes al 20 de diciembre de 2001 y Parte II: De la insurrección de diciembre a la masacre de avellaneda (en prensa). Es coautor de Reflexiones sobre el poder polar; columnista de distintos programas en la Radio La voz de las Madres y colaborador de la Revista Herramienta y los sitios web Prensa De Frente y Agencia Nodo sur.