viernes, 18 de abril de 2008

literatura y movimientos sociales

EN TORNO A "ESTADO DE GRACIA",
NOVELA DE GUILLERMO CIEZA

Por: Mariano Pacheco
(Para Prensa De Frente)

La novela de Guillermo Cieza, Estado de gracia -centrada en los acontecimientos ocurridos en la Argentina entre julio de 2001 y julio de 2002- inaugura la colección de Narrativa y poesía de El Colectivo, una editorial que pretende “elaborar nuevos textos desde lo popular, pero de un modo distinto al habitual: partiendo de la acción”. Alguna vez Cieza se definió a sí mismo como “un militante que escribe”. Tal vez por eso, en el último tiempo, participó de la compilación Venezuela, ¿la revolución por otros medios? (Dialektik, 2006). Y publicó sus dos volúmenes de artículos políticos: Borradores sobre la lucha social y la autonomía (2004) y Borradores sobre la lucha popular y la organización (2006), ambos editados por Manuel Suárez. Manuel no sólo fue Editor de Cieza, sino también amigo, y compañero en varios emprendimientos de militancia durante los 80 y los 90. Manuel, como Guillermo, era un militante que escribía, y antes de marcharse –sufrió un paro cardíaco en 2004- nos dejó otra excelente novela, El tiempo y sus mudanzas. Sin bien Estado de gracia inaugura esta colección, es un libro que viene a cerrar un ciclo en la narrativa de Cieza –como lo denominan sus compañeros-. Si con Destiempo (1997), Miguel, Clara y Adriana –sus personajes- nos sumergen en “una historia de los 70”, con Veteranos de guerra (1999), Mario, Haroldo, Alicia, Paula, Anita, Fernando y El Ciego, logran dar cuenta del período 1983/1998. Años en los cuales, como el mismo autor ha señalado en su “nota” final del libro, esa generación de militantes tuvo que cabalgar, en un breve período de tiempo, entre dos corrientes de signos opuestos. “Vivir un mundo donde todo se podía cambiar y otro donde parece que no se puede cambiar nada”. Ambas novelas fueron publicadas por Ediciones Retruco, una editorial-revista-agrupación en la Cieza participó durante los 90. También en la “nota” de “Veteranos”, Guillermo aclara que el libro cierra con la palabra FIN. “Pero no es el fin, es apenas el final de la novela. De un relato de una época que alguna vez repasaremos como una anécdota feroz en el devenir hacia un planeta mas habitable y solidario”. Seguramente por su gran optimismo, fue capaz de no bajar los brazos y, una década más tarde, convidarnos con las historias del escribano José María Martínez Echenique y sus amigos Victor, Felipe y Manolo; de Jorge y su hermana Blanca, de tantos hombres y mujeres de nuestro pueblo que, en estos años, han desarrollado esas experiencias que pujan por otra forma de entender el mundo y habitarlo. Citemos, antes de terminar, un fragmento del texto; una conversación entre dos de los personajes: Dorita y Blanca, mujeres de las barriadas de Berisso, integrantes de un Movimiento de Trabajadores Desocupados. Su charla podría haber sido la de cualquiera de las mujeres que, ya sea en el barrio o en la ruta, libraron esas imperceptibles batallas cotidianas que, poco a poco, fueron transformando sus vidas. Leamos, entonces: “Por Dorita, Blanca se enteró de que Juan juntaba los papeles, pero que él no daba los planes. Los daba el gobierno, o mejor dicho había que sacárselos. Acá es al pedo que forrees con nadie, el plan te lo ganás vos-le aseguró Dorita. Pero no me vas a decir que Juan…- insistió Blanca. Mirá piba, te explico clarito. ¿Vos querés encamarte con Juan? Date el gusto. Pero después el te va a decir: Estuvo muy lindo pero si vos entrás o no, lo decide la asamblea. Viste que en la bandera dice Trabajo, Dignidad, Cambio Social… Bueno, Dignidad es eso, acá no es como con los punteros políticos. Acá no tenes que chuparle la verga a nadie para conseguirte un plan. Tenes que laburar y cumplir con lo que acordamos entre todos” Quizás como en ningún ensayo “sociológico” o “antopológico”, como en ninguna de las tantas “investigación periodística” sobre el “fenómeno piquetero” que proliferaron en estos últimos años, esta ficción relata muchas verdades. Tal vez tenga razón el padre de Steve – uno de los personajes de Ricardo Piglia en su libro Prisión perpetua- y narrar sea como jugar al póquer: “todo el secreto consiste en fingir que se miente cuando se está diciendo la verdad”. Cieza es un tipo que ha sabido experimentar esta forma de narrar.