viernes, 24 de agosto de 2007

El frio siempre complica las cosas




Visita a los presos de Quebracho en la cárcel de Ezeiza







Publicado el 13/08/07 en el boletín quincenal Nº70 de Prensa De Frente


La semana pasada cumplieron cuatro meses de detención. Fernando Esteche y Raúl Lescano se encuentran detenidos en la CPF Nº1 de Ezeiza. Luego de la protesta que la agrupación Quebracho llevó adelante frente a la Casa Partidaria del gobernador neuquino y candidato presidencial Jorge Sobich, el pasado cuatro de abril. El juez federal Ariel Lijo los procesó y les dictó prisión preventiva. Recordamos que los incidentes tuvieron lugar luego de que el profesor de Química Carlos Fuentealba fuera asesinado durante una marcha docente. Exigen el translado inmediato a su anterior lugar de detención, ya que actualmente no cuentan ni con calefacción, ni agua, aunque su celda está inundada (una paradoja argentina). Asimismo se preguntan cómo puede ser que los genocidas condenados estén en mejores condiciones que los militantes populares encarcelados.

También la semana pasada la Justicia federal pidió el juicio oral y público de los detenidos, junto a otros doce procesados por incendiar una sede porteña del Movimiento Popular Neuquino liderado por Sobisch. El fiscal Federico Delgado los acusa de daños, incendio y resistencia a la autoridad por el ataque al local del MPN.

Una bandera Argentina, equipo de mate y algunos libros son la única compañía de Esteche y Lescano (El Boli, para sus compañeros de militancia) en su celda de reclución. "De este lado de la reja está la realidad. Del otro lado de la reja también está la realidad. La única irreal es la reja", escribió el poeta y militante montonero Francisco "Paco" Urondo en 1973, cuando se encontraba detenido en la cárcel de Villa Deboto. En Ezeiza, en cambio, parece que la poesía se ha visto devaluada, al compás de las políticas de la Argentina actual. Aparentemente, la reja es lo único real.

En una tarde ventosa, Prensa De Frente entrevistó a los detenidos de la agrupación Quebracho. La lluvia y el cielo gris, sumado a la infinidad de rejas y candados y alambres de púa y puertas de seguridad que se deben atravesar para llegar al lugar de la visita, convierten a Ezeiza, por instantes, en un sitio tenebroso. Sin embargo, la entereza y el humor con que los detenidos reciben a sus visitas es homenajeable. Claro, como bien lo señaló el personaje de No se culpe a nadie, uno de los cuentos incluidos en Final de juego, de Julio Cortázar: "El frío siempre complica las cosas". Y más en las condiciones en que se encuentran Fernando y El Boli, luego de su último traslado: adentro hace más frío que afuera.

Primero estuvieron alrededor de un mes en Marcos Paz. Para entonces, los detenidos de Quebracho ya eran cuatro. Hace unos quince días fueron liberados los últimos dos, sin que la justicia explicara muy bien por qué, ya que habían denegado su excarcelación poco tiempo antes, según comentaron los entrevistados.

El Boli fue apresado cuando salía del Hotel recuperado Bauen, en pleno centro porteño. Lo tragi-cómico es que se retiraba de un acto por la libertad de los presos políticos. Y que es el quinto gobierno que lo tiene privado de su libertad: antes que Nestor Kirchner, lo hicieron Raúl Alfonsín, la Junta de Comandantes del Proceso de Reorganización Nacional, Isabel Perón y la dictadura autodenominada Revolución Argentina.

Esteche también fue detenido en la ciudad de Buenos Aires, luego de que las fuerzas policiales irrumpieran en una sede de la agrupación, sin orden de allanamiento, como el 26 de junio de 2006 lo hicieran con el local de Izquierda Unida en Avellaneda. Sin embargo, esta no fue la única irregularidad: Lescano, inicialmente fue capturado; y luego estuvo su orden de detención. Primero lo pasearon en un automóvil particular y lo retuvieron en una comisaría, que nunca supo bien cual fue. Luego lo pasaron a la cárcel de Madariaga, en Lugano. Por supuesto, los métodos utilizados por "la patota" no fueron muy distintos a los empleados antaño por la dictadura militar.

Al igual que los presos comunes de Marcos Paz, los de Ezeiza escribieron una carta a las autoridades penitenciarias para que los reintegren a donde se hallaban. En ambos lugares, los presos de Quebracho donaron libros para las respectivas bibliotecas y realizaron con ellos cursos de historia, talleres de lectura de diarios y conversaciones varias sobre la situación política en nuestro país y otros sitios del mundo. "La cárcel es una fábrica de relatos", escribió Ricardo Piglia en su cuento En otro país. Como bien remarca, no importa si la historia no le interesa a nadie: "lo que importa es narrar". Claro, para las autoridades esto es intolerable. Parece humano, demasiado humano.

Actualmente están alojados en un sitio de menores-adultos, cosa que está prohibida. Con recreos e instancias deportivas disminuídas, se encuentran aislados del resto de los presos del penal. Han recibido gestos de solidaridad de distintas personalidades. Entre ellas Sandra Rodríguez, la mujer de Fuentealba. También de agrupaciones políticas, sociales y de derechos humanos. Y han conquistado que, por primera vez, la máxima autoridad islámica ingrese a una cárcel de nuestro país. En este caso, como "asesor espiritual" de los detenidos políticos.

Mientras ceban mate y conversamos, observo que todos sus objetos tienen un adhesivo. La consigna: “Libertad a los presos de Quebracho”. El Boli, ya canoso, se acomoda el bigote. Esteche enciende la pipa. Tras sus redondos anteojos se vislumbra una mirada paciente. Aunque aclara, rascándose la barba candado, que la serenidad de ciertas certezas se las transmite su compañero de celda. Sonríe. Lo mira con respeto. El Boli Lescano fue militante durante la década del 70. Integró el Partido Revolucionario de los Trabajadores lidrado por Mario Roberto Santucho. Y en la actualidad, continua librando batallas. Persiste en su actitud de labrador de esperanzas. Se resiste a transformarse en un veterano de guerra. Tal vez porque ha sabido desarrollar esa paciencia que sólo los presos parecen saber cultivar. No es para menos: fueron doce años de cárcel, en total. Y cuatro meses.

Para escribir a los detenidos: Av. Del Libertador y Corrientes. CPF Nº1-Ezeiza, Módulo 4, pabellón J.

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