miércoles, 29 de agosto de 2007

Darío Santillán y los caminos de la libertad


Por Mariano Pacheco.

Publicado en el sitio Prensa De Frente y en la Revista Devenir nº 6


Maximiliano Kosteki y Darío Santillán son, a mi entender, expresión individual de ese comportamiento colectivo, de ese proceso de politización que se fue gestando en los últimos años de resistencia al menemato. Estos cumpas son expresión de una ética que las nuevas generaciones de militantes fuimos construyendo al calor de la acción directa: de las movilizaciones; tomas de edificios públicos; de los neumáticos encendidos sobre las rutas y puentes y calles del país. También de los escraches. Otras formas de entender la transformación de la realidad, el “cambio social, aparecieron con las luchas y los subterráneos procesos de organización del nuevo milenio.Recordemos entonces, con Maristella Svampa, que gran parte de las organizaciones populares surgidas en la última década, tienen como imperativos insoslayables la des-burocratización y democratización de las instancias de participación. Sobre todo en los jóvenes, nos recuerda la socióloga argentina, la “narrativa autonomista” se caracteriza y se nutre de un “ethos militante” que subraya estas características.Costumbre es la definición de ética que podemos encontrar en el Diccionario de filosofía de José Ferrater Mora. En Carta sobre el humanismo, en cambio, Martín Heidegger señala que ética deriva del griego ethos y significa estancia, lugar donde se mora. La palabra, insiste, nombra el ámbito abierto donde mora el hombre. Y cita una sentencia de tres palabras que dio Heráclito en Grecia. Se traduce así: Su carácter es para el hombre su demonio. Advierte que, esa traducción, piensa en términos más modernos que griegos. Y sugiere una alternativa: El hombre, en la medida en que es hombre, mora en la proximidad de dios. Cita finalmente un relato de Aristóteles:Se cuenta un dicho que supuestamente le dijo Heráclito a unos forasteros que querían ir a verlo. Cuando ya estaban llegando a su casa, lo vieron calentándose junto a un horno. Se detuvieron sorprendidos, sobre todo porque él, al verles dudar, les animó a entrar invitándoles con las siguientes palabras: “También aquí están presentes los dioses”.Interpretación libre, como sugieren los brasileros del Movimiento Sin Tierra. Optemos entonces la actitud sugerida por Horacio González en su libro La Crisálida: rescatar, como originalidad del pensamiento argentino, su capacidad de mezclar tradiciones, elaborando el derecho a tener una tesis.¿Que podemos tomar de las palabras de Heidegger y, a través de él, de Aristóteles y Heráclito?Rescatemos esta idea de que en lo ordinario hay lugar para que acontezca lo extraordinario. Como bien lo señala Heidegger, citando al propio Heráclito: La estancia (ordinaria) es para el hombre el espacio abierto para la presentación del dios (de lo extra-ordinario). “La estancia”, “el ethos”.Concluyamos, por qué no, arrojando esta hipótesis: en lo cotidiano es posible gestar otra idea y otra práctica de nosotros mismos, de nuestras relaciones con los otros. Insistamos en que los valores dominantes no son los únicos y que, es posible, aquí y ahora, presentar otra forma de entender el mundo y habitarlo. Entendamos a lo extra-ordinario, no como a un dios al estilo cristiano, sino como a la utopía, ese sitio que instituye un horizonte. Que permite que el horno, no sea sólo para calentarnos y fabricar el pan de cada día. Que los bloques de cemento no sean sólo para abrigar el hogar y los lugares de reunión. Sino que nos ayuden a que la solidaridad, el compañerismo, sean los valores con que habitamos el mundo. Nuestra práctica política cotidiana. Una costumbre. Con la que transitemos, como Maxi, como Darío, los caminos de la libertad.

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